Artículo escrito para Nación Olimpista en marzo de 2016
Ser portero no es un traje que le quede a cualquiera. La presión es gigante, si falla arruina el trabajo de su equipo, si acierta los mantiene con vida. Un portero es el que está al mando de las emociones de un partido. Negar goles significa frustración por un lado y alegría por otro; rasgar la pelota y mandarla al corner provoca suspiros y fallar provoca rechazo. Noel Valladares nos ha enseñado a sentir todas esas emociones a través de los años.
Perfecto no es, pero tampoco nosotros. De grandísimos errores ha pasado a aciertos monumentales, y ese tipo de detalles son los que definen un partido o un campeonato. A Noel lo conocemos por sus reflejos y reacción, por tener carácter fuerte e incluso porque ha jugado de delantero. Lo vemos cada vez que alterna la portería con Donis y no parece tuviera tantos años sobre sus hombros.
La jornada 10 del Torneo Clausura 2015-2016 no fue otra jornada más para él. 400 veces se ha puesto los guantes para jugar y 239 veces lo ha hecho con el más popular del país. Llegar esos tres dígitos no es pan comido. Son 19 años de carrera, de raspones, de dolores, de alegrías y de récords que han llevado a Valladares adonde está. El jugador con más experiencia en la Liga Nacional, una referencia y ejemplo para muchos niños del país.
Siempre he creído que todo pasa por un motivo, hasta en el fútbol. El Olimpia se cruzó en su camino en el 2005. Seguro más de alguno que está leyendo esto entró en negación cuando fichó por el club. “¿Qué viene a hacer el él aquí? ¡Traidor!”, así lo pensé yo cuando tenía once años. Del eterno rival a las filas de los merengues. Lo que no sabíamos es que llegaría al club a hacer historia y a catapultarse en el fútbol nacional. Ha ganado 11 títulos de Liga desde que llegó, se ganó el gafete de capitán con su liderazgo nato y no ha defraudado a una nación olimpista que está acostumbrada a ver a grandes porteros en el equipo.
Cómo quisiéramos que jugara otras 400 veces, pero sabemos que no es posible. Disfrutaremos los partidos que queden; lo veremos volar, comandar y ordenar a sus compañeros con la templanza de siempre. Verle seguir haciendo historia será todo un honor.
De algo estoy convencida, ¡no hay nada mejor que tener a un LEON bajo los tres palos!
Y sí, LEON sin tilde.
VQV