Mi ventana. Mi ciudad.
Escrito el 26.04.16
Hace mucho que no me pasaba, mi cabeza estaba en blanco. Llevaba un par de semanas pensando sobre qué escribir. Hoy me doy cuenta que el problema era que no estaba lo suficientemente atenta a mi entorno. Andaba por ahí en piloto automático.
Mis días comienzan casi siempre de la misma manera. Una lucha férrea por levantarme (soy muy dormilona), un desayuno rápido, y un tráfico a veces interminable y a veces no tanto. Otra parte de mi día es asomarme a la ventana sin motivo alguno, solo lo hago por simple placer. No sé si es raro, pero me encanta Tegucigalpa; caótica, energética y en proceso de mejora. Siento que desde ahí puedo ver todo, bueno, casi todo. Una tarde, durante la hora pico, me asomé a la ventana y pude ver la falta de cortesía de los conductores capitalinos. Una madre quería cruzar la calle con sus hijos agarrados de su mano. Estuve un par de minutos observando, y ningún carro dejaba pasar a la señora, a pesar que ella estuviera sobre un paso de cebra. Tuve que retirarme de la ventana, por lo que no pude ver en qué momento ella logró cruzar la calle.
Otra mañana vi a un grupo de personas exigiendo justicia por un asesinato y pidiendo también que la impunidad deje de reinar en nuestro país. Ese deseo no solo es de los protestantes, es de todos los hondureños. ¿Cuándo será que veremos la primera plana de un diario exigiendo justicia?
Esta vez no me asomé a la ventana, pero desde mi silla me dí cuenta. Llevamos varios días sin ver el sol, literal. Es preocupante como nuestro cielo está repleto de humo, y es triste como no podemos disfrutar de las vistas espectaculares que ofrece Tegucigalpa. ¡De verdad espero que eso cambie pronto, no solamente en nuestra ciudad!
Durante los últimos días ha pasado por mi cabeza que estoy en la caliente ciudad de Nacaome, Valle visitando a mi abuela. Ayer, el reloj de mi computadora marcaba las 11:48 A.M. y era la quinta vez durante la mañana que yo me quejaba del calor, aún teniendo un aire acondicionado frente a mí. Escuché un pequeño golpe en la ventana, levanté la mirada y observé como un andamio aparecía ante mis ojos. Dos muchachos estaban sobre él limpiando el vidrio de la ventana muy minuciosamente. Después de un rato, ¡caí en cuenta que los muchachos llevaban toda la mañana trabajando bajo ese calor infernal!
Es necesario salir de nuestras rutinas y asomarnos a la ventana a ver qué está pasando a nuestro alrededor. No nos enfrasquemos aislándonos de la realidad, no somos islas. Dejemos de quejarnos si seguimos viendo solo lo que nuestros ojos quieren ver. No cae mal hojear el diario de vez en cuando o preguntarle a alguien qué opina sobre cierto tema.
Abramos los ojos y la mente, escuchemos con atención, quitemos el piloto automático y activemos el modo manual. Muchas veces tenemos algo que buscamos frente a nosotros, y no nos damos cuenta. La ventana ha estado siempre en el mismo lugar, era yo la que la ignoraba.
VQV